Tras cinco meses de navegación por aguas del Atlántico y el Mediterráneo, Tío Pepe Estrella de los Mares “de ida y vuelta” ha arribado al puerto de Cádiz a bordo Buque Escuela de la Armada Juan Sebastián de Elcano. González Byass ha escrito un nuevo capítulo en la historia de la mano de Tío Pepe, el Fino de Jerez más universal, y vuelve a recuperar, gracias a La Armada, la tradición bodeguera de enviar vinos en “viaje redondo” de siglos atrás.
La aventura comenzó en el mes de febrero, cuando la bodega embarcó en el Buque Escuela dos medias botas de un Tío Pepe muy especial de la vendimia 2016, procedente de dos pagos diferenciados: Macharnudo y Carrascal. A lo largo de estos meses, este Fino ha navegado a bordo del Juan Sebastián de Elcano, en su 94º crucero de instrucción con el que se culmina los actos conmemorativos del 500º aniversario de la primera circunnavegación del planeta.
En esta singladura, Tío Pepe Estrella de los Mares ha evolucionado de forma excepcional, alcanzando una mayor riqueza de aromas y matices. Este vino de crianza biológica, un vino vivo, ha experimentado una evolución noble y singular que ha marcado el carácter de este Tío Pepe navegante. Asimismo, en el interior de las botas ha tenido lugar una “crianza sumergida” *, que le ha aportado unos matices únicos.
Esta evolución ha sido provocada por factores como la temperatura, la presión y, sobre todo, el vaivén continuo de las olas del mar, que han afectado a la crianza del vino, mejorando notablemente su organolepsia. Antaño, estas condiciones provocaron que el valor de los vinos, conocidos como vinos “mareados” o de “ida y vuelta”, llegara a multiplicarse por cinco.
Con la llegada de los barcos de vapor, esta práctica cayó en el olvido hasta que González Byass embarcó, en 2018, dos medias botas de XC Palo Cortado y, en 2020, otras dos de Amontillado Viña AB Estrella de los Mares. Ahora, esta bodega cierra con Tío Pepe, su vino insignia, el homenaje a aquellos navegantes que cambiaron el curso de la humanidad.
*Crianza sumergida: las condiciones de navegación y la ubicación en la bodega del barco, prácticamente al nivel del mar y con una temperatura más o menos uniforme durante toda la travesía, han hecho que la levadura, que es muy sensible a los cambios bruscos de temperatura, haya sufrido menos. Las dos medias botas han contado un vacío de 10 litros cada una, lo que ha permitido que los vaivenes del barco hundan la flor, provocando una mayor superficie de contacto y un metabolismo más intenso debido al oxígeno disuelto en el vino.