En mayo de 1945 terminaba la II Guerra Mundial. París había sido liberada diez meses antes y entre el avituallamiento había millones de latas de sardinas. Los aliados habían previsto que la guerra duraría mucho más tiempo y sus almacenes estaban preparados para abastecer a las tropas durante más meses de lo que después fue necesario.
Una persona del nuevo gobierno provisional del general Charles de Gaulle reunió en París a diez de los chefs y jefes de sala más importantes para buscar una solución a esa ingente cantidad de sardina en aceite.
En la imagen, de izquierda a derecha, Miguel Hermann, chef; Raúl Rodríguez, Jefe de sala, y Blas Benito, Sumiller.
Restaurante Horcher
El problema radicaba, principalmente, en que ese producto y su tratamiento no lo comían ni lo entendían, gastronómicamente, los estadounidenses, que en ese momento de la historia era el único cliente del planeta con capacidad económica para viajar como turista y llenar las salas de los restaurantes parisinos.
Entre los profesionales reunidos estaba el español Cristóbal López Prieto, respetado maître de Horcher Madrid, abierto en 1943, frente a El Retiro, por Otto Horcher, hijo de Gustav Horcher, fundador del restaurante en 1904 en Berlín. Tras horas de conversaciones, el maître español pidió un bol y mientras volcaba dos latas de sardinas, preguntó: “¿qué les gusta a los americanos?” Y alguien contestó “ketchup”. Y Cristóbal añadió una cucharada de ketchup. “Mantequilla”, dijo otro, “Salsa Perrins”, “nata”… Batió, mezcló con una copa de Armañac y lo emplató dentro de unas crepes.
Crep de sardina
“Esta receta se hizo famosa en París y se vendió durante una década a muchos satisfechos y entusiasmados turistas estadounidenses que visitaban la ciudad”, explica Raúl Rodríguez Fernández, discípulo de Cristóbal López Prieto y jefe de sala del restaurante Horcher desde 1989.
La crepe de sardina se puede pedir hoy en Horcher, un restaurante excepcional, que da sentido a todo el ámbito de la palabra “clásico”. Con un académico servicio de sala y el amor de una familia por su legado es parte de la esencia y sabor de sus cocinas.